El viernes volví a soñar con él.
Esta vez no sé muy bien cual era nuestra relación. A veces parecíamos amigos, a veces otra cosa. Nada seguro. Pero era su cumpleaños y estaba tratando de decidir a cuáles de sus amigos skaters iba a invitar (¿?).
Realmente no me importa mucho quién venga a ser en mis sueños (si bien es algo obvio), yo solo quiero que aparezca más seguido. Nota mental: irme a la cama con una budinera en la cabeza. ¿Capaz así tenga mejor señal?
En temas más mundanos, mi sofá nuevo está listo. ¡Aleluya! Porque hace añares que tengo que cambiarlo y ya era una vergüenza.
Digo «vergüenza» porque -gracias a Gackt- jamás se trató de una cuestión de plata, cosa que sí podría entender.
-No cambiar el sofá porque no se puede. OK.
-No cambiar el sofá porque somos unos pajeros que no quieren ir a mirar vidrieras. To’ mal.
Pero bueno: ya se miró, se eligió, se pagó y está listo. Ahora lo único que me falta es contratar un flete para que me lo traiga.
Hablando hoy con mi vecina Marta, me entero que los tipos que se estrolaron contra mi edificio la semana pasada al parecer eran un par de malvivientes. Según me contaron, en el hospital les encontraron $30.000 y una bolsa llena de droga, y fue por esquivar una bicicleta que se comieron mi edificio.
Y ahora Marta, quien se encarga de todo lo del consorcio, no sabe si el seguro nos cubre todo lo que se estropeó con choque (vidrios y un mármol de la entrada). ¡Qué lo tiró!