Logros

Hoy fue día de muchas novedades.

Para empezar, el heredero empezó Jardín de Infantes.
Pucha que lo tiró, ¿ya estamos con eso? La próxima vez que parpadee seguro el crío va a estar en el secundario o algo.

Me alegra mucho haber podido reciclar lo aprendido durante el secundario y haberle bordado yo misma el guardapolvito. Y yo no sé cuan raro habrá sido esto en las escuelas, pero me da una pena cuando veo a los piojos con los nombres escritos sea con letras torcidas, con marcador indeleble o vaya a saberse con cuánta porquería más. Entiendo que la muher moderna no tenga tiempo para bordar, pero ¿una abu solidaria no hay?
Recuerdo cuando a mí me tocó; que ni sabía leer ni nada, pero qué feos se veían los pintorcitos de algunos de mis compañeros…
Así, este primer día de clases no fue el más exitoso, pero sin duda podría haber sido peor. Chapeau para la «Seño» Elsa. 🙂




Entre otras cosas, hoy me saqué las ganas de cocinar algo a lo que le tenía cierto antojo desde hace bastante: dulce de batata.
Es raro, porque sin ser mi favorito ni nada se me hizo una especie de desafío el hacerlo. Y hoy se dio.

Primero lo primero.

Lo loco fue la desafortunada «interrupción» que hubo mientras cocinaba. Mientras luchaba yo contra el feroz dulce (que salta como endiablado) escuché como si un enorme estante se cayera o algo. hace pocos días escuché ruidos parecidos de la casa de algún vecino, así que no me preocupé.
No fue hasta que escuché -por la ventana de mi cocina- a mi vecina llamando al SAME que noté que la cosa venía jodida.
Fui hasta el balcón y me deparé con una ambulancia frente a mi edificio, una moto destrozada y dos flacos estrolados contra el pavimento. El cacho de mármol en el piso me dio la pauta que la moto se debe haber comido mi edificio, que está justo en la esquina.
Siendo que tengo un crío en edad impresionable, preferí hacer como si nada y terminar de cocinar. Interesante clase de anatomía fue ver a uno de los estrolados, al que le faltaba una «feta» de pierna (el otro parecía más entero).

Abajo de casa

Así las cosas mal que mal terminé mi dulce, y lo dejé enfriando. Será que estoy más acostumbrada con las mermeladas de frutas, que me sorprendió lo mucho que rindió. Generalmente un kilo de fruta (más su respectivo azúcar) me rinde 3 frascos de mermelada (y 3/4 llenos nomás).

Supongo que será porque se parte del puré y no de la fruta (que tiene más agua), pero la receta me rindió dos frascos estándar llenos, más mi frasco «de vieja», que tiene mayor capacidad.

Frasco de vieja, bien gordo y pintado.
Ah, todo esto después de armar un montón de tarteletitas.
Yo no sé si serán los años que llevo en Ai Candies pero como que todo queda más chulo en versión mini. Así que en vez de pasta frola grande (que ni molde tengo) hice docena y media de frolitas.
No me alcanzan los filtros del celular para expresar lo preciosas que me quedaron, incluso si salieron medio desprolijas.
Ah, y haber nombrado a Ai Candies no es fortuito, ya que aproveché una herramienta para hacer las tiritas que cubren las tartas.
No seré la peor, pero sin duda soy la más vaga.
Tenía miedo que la masa terminara muy fina, pero nada que ver. No le tenía mucha fe, pero quedó crocante y perfumada.
Aparte, quedaron porciones bastante justas: dos tartitas son suficientes para llenar cualquier estómago. Dos son suficientes como para quedar del orto.
Abundancia en relleno.

El sabor… pues… Habrá quien diga que el dulce de batata es dulce de por sí y que no necesita nada, pero a mí me hubiera gustado ponerle un poco más de azúcar.
Igual el hecho que el heredero se lo mande con cucharita me hace sospechar que Mr. Dorima no tendrá más que elogios para esta receta.
Y sino… que se joda. Más para mí. xD

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