No quiero un saludo.
Quiero que todos los días sean míos.
Quiero la misma remuneración por el mismo trabajo, obtenido con las mismas oportunidades.
Quiero mi integridad física y mental no esté relacionado con el largo o lo ceñido de mi ropa.
Quiero tener plenos derechos sobre mi cuerpo, incluyendo lo que pase dentro de mi útero.
Quiero poder andar sin tacos ni maquillaje y tener el mismo valor.
Quiero que ser «ama de casa» sea reconocido como trabajo arduo, no remunerado, del cual jamás podré jubilarme y difícilmente vaya a tener vacaciones.
Quiero envejecer sin sentir la obligación de luchar contra la edad o la fuerza de gravedad.
Quiero que ser «la mujer de fulano» o «la mamá de menganito» sea un detalle, no una definición.
Cuando todo eso (y más) sea lo normal, ahí voy a aceptar tus flores.