Ya voy avisando que esta va a ser otra de esas entradas bien de gorda. ;P
Esta semana, aprovechando muchas compras que tuve que hacer, pasé por el cotillón y vi que tenían malvaviscos rosados. No es secreto: odio con toda mi alma a los malvaviscos. Pero pinta que son más fáciles de conseguir y más baratos que el agar-agar (¿talvez más fáciles de usar también?).
Aparte, ya se me antojaba hacer de nuevo el Postre Reciclado.
Recordando lo fail que salió el color (por culpa de los malvaviscos colorinches) mi madre comentó que le recordaba a sus secreciones bronquiales cuando la internaron por terrible infección. A mí me pareció más estilo vómito. Sí, somos unas asquerosas.
Así que con materia prima mucho más atractiva, tuve que hacerlo de nuevo.
Lo loco fue que este paquete traía 360 gr. a diferencia del anterior, que solo tenía 200. Como las cantidades habían salido bien en la preparación anterior, me limité a los 200 gr. Mejor, porque al heredero le gustan las cosas esas (no me explico su cambio de opinión) y se puede quedar con las «sobras».
Todavía no logro creer como los malvaviscos logran disolverse con tan solo 8 cucharadas de agua.
No me cierra.
Cuando se bajé el fuego, quedó una baba rosada muy simpaticona.
Curiosamente, el color se saturó con la cocción y así quedó. Una pena, porque de haber quedado más suave, no hubiera parecido tan artificial.
Agregamos la lata de leche condensada y a mezclar…
No sé porque tuve la maldita idea de pretender desmoldarlo. Antie: esto no es flan ni tapioca. Forrar el molde es al divino botón.
…Salvo que como mi Pá y Má, tengas la paciencia de apoyarle un cuchillo caliente para despegarlo del film.
A mi parecer no vale la pena.
Dato importante: no sé porque, pero este postre resulta mucho más rico el día después de prepararlo. Así que a aguantarse y dejarlo toda la noche enfriando.
A la próxima, me gustaría hacerlo con malvaviscos blancos. Solo para ver como queda. xD