Antie va a la costa

Como todo el mundo sabe (o debería saber) soy de familia brasileña. Bah, yo también soy técnicamente brasuka (tengo documento, viteh) a pesar de haber nacido en suelo argento. Por este motivo, mis vacaciones casi siempre fueron en los pagos de mis antepasados y bueh, la realidad es que recién ahora de grande empecé a conocer la costa argentina.

Siempre me dijeron que el Sur de Brasil donde siempre veraneé era «choto» con su arena oscura y gruesa, mar sucio, etc. Comprendí mejor la idea un verano que me llevaron a Porto Belo (cerca de Florianópolis), donde más que arena había harina y el agua de la ensenada por poco y no tenía cloro de tan clara y limpia. En 2005 me tocó conocer San Bernardo y ahí desarrollé el concepto de Eso Que Los Argentinos Llaman «Playa».
Fue ahí que recién terminé de entender la fascinación argentina con las playas brasukas. Lo siento chicos, pero eso que Uds. tienen ahí ni merece llevar ese nombre.

En ese sentido agradezco que la mayoría de mis viajes a la costa Bonaerense hayan sido en invierno y haber sacado EQLALP de la ecuación.
Durante este finde largo nos prestaron una casa en Costa Esmeralda, ahí nomas de Pinamar y me pone contenta poder haber disfrutado de cosas que ni de casualidad hubiera podido disfrutar en otras épocas.

El viernes

Salimos de madrugada y luego de una buena siesta fuimos a almorzar al Parador del lugar. Costa Esmeralda es un barrio privado (con su playa igualmente privada) así que la comida nos resultó bien salada. En la entrada de parador nos recibieron dos gatos tan hermosos como simpáticos y siendo que hubo MUY buen clima pudimos comer afuera, donde uno de ellos (la preciosa Pinocha) nos acompañó casi todo el tiempo. Y nosotros, gateros, chochos.
Despues de comer fuimos a la playa donde recogimos una buena variedad de caracoles.

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Pinocha

El sábado

Para no perder la costumbre, salimos «temprano» (para un finde largo) y tomamos nuestro segundo desayuno en el Mc de Pinamar. Siendo que llegamos una hora antes del partido, encontramos el lugar perfectamente desierto. Ahí planeamos los movimientos del día y no tuvimos mejor idea de ir a pasear por Cariló.

Cariló me sorprendió: jamás se me hubiera ocurrido que se podía meter un pueblo adentro de un bosque. Aprovechando el partido Argentina vs. Irán y el excelente clima nos fuimos a joder por la playa. Obviamente también la encontramos desierta, lo que resultó más que excelente. Paseamos un poco más por Cariló, solo para descubrir de que no hay un «paseo por el bosque» propiamente dicho (o no lo encontramos). Esto fue bastante positivo, ya que había demasiados mosquitos para que dicho paseo pudiera ser agradable.

Caminos de Cariló

Después de Cariló decidimos huir a Villa Gessell. Chusmeando qué se podía hacer, decidimos que no podíamos pasar sin visitar El viejo hobbit.

El problema ahí fueron los tiempos, ya que El viejo Hobbit recién abría a las 18 hs y no eran ni las 14. Siendo que ninguna web era muy específica de si estaba o no abierto en temporada baja y/o el horario exacto (de onda hobbits: no duele nada tener su propia web o actualizar semanalmente el facebook), decidimos pasar a ver qué onda. No nos costaba nada volver más tarde.

 

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¡Hobbitses!

Así que pasamos, miramos los horarios y nos fuimos a comer una pizza por ahí, siendo que ya casi terminaba el partido. Después nos fuimos a castigar en los fichines y a hacer tiempo hasta las 18. O el momento en que nos agarrara el hambre, lo que pasara primero.
Ya casi las 19 enfilamos para El viejo hobbit, solo para que a mitad de camino se rompiera el embrague del coche. Por suerte lo que se había estropeado no fue el cable del embrague (sino más bien un plástico del pedal) y pudimos al rato seguir camino. Nada como un susto para abrir el apetito, ¿verdad?
El viejo hobbit me sorprendió por lo acogedor del ambiente y la excelente comida (no tanto el trato de las camareras pero bueh, nada es perfecto). Siendo que en realidad tanta hambre no teníamos, el heredero y yo nos castigamos con waffles, mientras que Mr. Dorima optó por un té con torta. Al niño le elegí un «Gil-Galad» (waffle con dulce de leche) mientras yo opté por un «Galadriel».
Del «Galadriel» solo puedo opinar una cosa: que es perfecto. Pensá en todas las cosas que le pondrías a un waffle. ¿Listo? Bueno, eso todo lo que trae: Dulce de leche, helado, frutillas, Rocklets, salsa de chocolate, azúcar impalpable… Y no sé si no me quedo corta.

Digno de la Dama de Lórien

Don Dorima se tomó un té frutal y lo acompañó con una torta-brownie con frutos rojos y 25 especias. Fue muy gracioso ver las caras que ponía al ir encontrando, bocado a bocado, las diferentes especias.
¿Qué más podría yo pedir, aparte de cenar dulce? Me fui con una sonrisa de oreja a oreja que no pasaba por la redonda puerta.

Solo faltaban los hobbits borrachos bailando sobre las mesas...

 

...Y algún par de enanos peleándose.

El domingo

El domingo pasó sin penas ni glorias ya que decidimos quedarnos en la casa a terminar de arreglar el auto, lavarlo, y ver si Mr. Dorima lograba hacer andar el arenero del dueño de la casa. Los demás se fueron de paseo, mientras ¿yo? Dormía flor de siesta.
Más hacia la noche levantamos campamento y volvimos. El clima resultó re traicionero y apesar de estar nublado y garuar casi todo el día, nos agarró terrible tormenta a la altura de Las Toninas. Tan fuerte estuvo que dudamos si parar en una estación de servicio o seguir camino.
Volvimos vivitos y coleando.

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¡Bye-bye, Costa Esmeralda!

La verdad es que lo pasé mejor de lo que pensaba. Fui con la idea de que me iba a morir de frío (y yo siempre me muero de frío), pero la casa resultó de lo más cálida y cómoda. Pensé que no iba a encontrar nada muy interesante para hacer, y los paseos fueron super entretenidos. ¿Lo mejor? haber paseado durante el partido y tener todo para nosotros solos.
Espero poder volver (hay planes) y poder vaguear aun más. Cruzo los dedos para que el clima nos acompañe como esta vuelta.

 

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