Lost & Found

La semana pasada mandaron a Mr. Dorima a San Francisco. Una vez por año más o menos lo mandan a EE.UU, cosas de laburo. Así que entre pedidos y regalitos aprovechamos para hacer una pequeña Navidad antes de Navidad.
Este año vino especialmente bien, porque resultó un MUY mal año para las computadoras de toda la familia (la mía incluida) y hace meses andaba necesitando un reemplazo a mi medida. Afortunadamente me consiguió un aparatito muy bueno y en mucho mejor precio.

Pero entre las muchas chucherías que trajo Mr. Dorima creo que la más curiosa es una mochila que se encontró andando en bici por la ciudad.
La encontró completamente vacía en medio de la calle. Tenía buen tamaño para llevar la notebook del trabajo así que para eso la usó durante el viaje. Cuando volvió a Buenos Aires me la entregó. Después de una breve inspección la tiré con la ropa sucia; tenía un olor a tabaco mezclado con olor a avión que… fuchi.
Una vez lavada (¡y todavía con olor a avión, será posible!) la miré mejor y me di cuenta que estaba MUY buena. De hecho, iba a resultar muy buen reemplazo para la mini-mochila de Jansport que uso hace unos buenos años.
Y no es que quisiera jubilar a mi fiel mochilita, pero siento que cumplió su ciclo. Más que nada por la forma en que la llevo (con ambas tiras atravesadas y sobre el pecho), cuestión que le llamó un poco la atención a mi amigo Tom al poco tiempo de llegado a Buenos Aires. Y le doy la razón, acá la inseguridad ha superado a la lingüística y somos muchos lo que usamos frontpack (mochila al pecho).


Una vez que la mochila encontrada estuvo más o menos seca le puse todos mis petates y la disposición quedó muy cómoda.

En el primer compartimento puse lo indispensable: Billetera (de Zelda, más indispensable aun), nécessaire (o como yo le digo: «kit de supervivencia») y celuleitor. Este ultimo en compartimento tamaño esmarfon con salida de auriculares.

 

En el bolsillo secundario puse lo circunstancial: Mini-paraguas (siempre, aunque haya sol radiante), crema (porque soy una leprosa), desodorante (no soy apestosa, pero sino se me pierde), Guía-T (self-explanatory) y rollito de papel higiénico (porque madre prevenida vale por dos). Dentro de este bolsillo y en compartimento especial van el DNI y la manteca de cacao (¡con menta! sin la cual no me drogo digo, vivo).

 

En el ultimo bolsillito, externo y muy chiquitito van las llaves.
Esto era lo que llevaba SIEMPRE en mi mochilita anterior y se me empezaba a complicar si quería agregar algo más. Si llevaba la DS no podía llevar el cargador, si llevaba un abrigo para el heredero no me entraba la gata.
(Sí, el verano pasado llevaba a Kirby en la mochila los días en que hacía mucho calor como para usar hoodie y llevarla ahí. Ahora que creció sigue saliendo, pero con correa.)

Con esta mochila me parece que voy a poder llevar una o dos cositas más sin que explote. Aparte, ese estilo es ideal para quienes usamos frontpack. No pensé que fuera a encontrarla, pero luego de una breve búsqueda la vi en Amazon por la friolera de U$88-98.

El único detalle que tiene es que el loguito exterior está apenas gastado y rotito, pero no es nada que un toquecito de marcador indeleble no solucione.

Tal vez lo más loco de todo esto es que me gusta. Y ahí es cuando agradezco que los hombres usen mochilas y bolsos, porque el día que me guste una cartera de mujer -como quien dice «para usarla yo»- creo que pongo las sillas sobre las mesas y saludo a Didi, que me vino a buscar.

 

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