Comida de Hospital

El viernes fue lo que se puede llamar un «día eterno». De esos que salís a la mañana temprano para luego volver a la noche y sentir que pasaron como 3 días…

El día transcurrió normalmente (bah, tan normal como tener que acompañar a alguien al hospital para que le rompan la cara) si bien se hicieron como las 14 hs cuando pude ir a comer y debo decir que me sorprendió bastante la comida del Sanatorio de la Trinidad – Mitre.

Será que quedé muy traumada aquella vez que me tocó comer en el Favaloro, y no justamente porque a mi viejo lo operaran a corazón abierto. En aquella ocasión me tocó pedir un pastel de papas, al cual tengo mucha dificultad de describir por lo incomible que era.
El pastel de papas no suele tener mucha ciencia. Con ingredientes de mejor o peor calidad o algún condimento extra, no suele ser un plato de varíe demasiado: te gusta o no te gusta. ¡Y a mí me gusta! O al menos no le tengo especial pavor… Pues bien, el pastel de papas de la cantina del Favaloro es hasta difícil de describir, de TAN malo. Ni entremos en el detalle de que hay una Continental en la otra esquina, porque creo que lloro.

Con esa experiencia todavía medio fresca en la memoria, me aventuré en la confitería del Mitre. No lo pensé mucho -porque era la última mesa disponible- y me pedí una suprema de pollo. Cuando me la trajeron me sorprendió un poco el tamaño (porción grande, ideal para las Anties muertas de hambre), aunque no la apariencia (estaba todo un poco anémico). El sabor era más que aceptable para otro plato sin mucha ciencia como lo es una milarda de pollo con puré.
Cuando ya me estoy por ir, el mozo me anuncia que con la botellita de agua mineral son $28. Me pareció un precio bastante decente para una comida abundante, bastante rica y justo en ese tipo de lugares que cuando no, tratan de sodomizarle el bolsillo a uno. Ah, y que me eligiera un postre, porque estaba incluído. ¡YAY!
El flancito me lo terminé en la habitación mientras el caballero dormía, y le doy dos pulgares para arriba.

Así las cosas el finde se pasó entre la bandeja con patitas (para comer en la cama) y quehaceres amontonados. El caño bien, gracias… salvo el detalle que el regulador se trabó un día en que lo sacamos (totalmente al pedo, para colmo) y nunca más lo pudimos colocar. Al menos Gastón y Verónica de FunnyPole son unos amores, y solo falta que me traigan el regulador nuevo.
Es infalible, ¿eh? Cuando me compro el caño, se juntan las circunstancias para que no lo use y ahora que resolví todo eso (tengo tiempo, antitranspirante y ganas)… no tengo caño.

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